INFLACIÓN
Un fantasma recorre el mundo, el fantasma de la inflación. Cualquier lector se habrá llevado las manos a la cabeza ante la sucesión de indicadores que lo certifican. Sube la energía, sube el petróleo, todo sube. La inflación ha vuelto y es oficial. Y sus efectos multiplicadores los vamos a notar. Y habrá gente que se muestre sorprendida porque esta alza en los precios tampoco parece ser producto de un desenfrenado consumo o de una inusitada bonanza económica. ¿Cómo se puede explicar entonces?
Existen varios elementos que pueden explicar esta tendencia generalizada en todo el mundo. En primer lugar, en el año 2020 se produjo un súbito parón del consumo y de las inversiones lo cual hizo que la oferta productiva, salvo en aquellos sectores ganadores, se ralentizara o directamente se parara. No tenía mucho sentido fabricar cierto tipo de artículos si se era consciente de que la demanda iba a estar estancada.
La situación epidemiológica fue evolucionando y el progresivo abandono de los confinamientos estrictos provocó un gradual estímulo de la demanda. Sin embargo, la oferta seguía átona y además formando parte muchas veces de complejos esquemas globales que requieren la coordinación de muy distintos proveedores e insumos. En poco tiempo se demuestra que la demanda empieza a crecer por encima de la capacidad productiva a todos los niveles, lo cual ya provoca una lenta escalada de los precios pese a que sí, la demanda y el consumo siguen lejos de los niveles prepandemia. Resumiéndolo mal y pronto, es más inmediato querer comprar un coche que te has visto obligado a posponer su adquisición por la pandemia que fabricarlo.
Esta dialéctica entre demanda y oferta se ha podido observar también en una serie de elementos claves que afectan de manera transversal a la economía. Nos referimos como no a la energía y el transporte que se ven tensionados por un acuciante retorno global a la reactivación económica y que acaban multiplicando los efectos inflacionarios antes mencionados.
Pero ahí no acaba la cosa a nivel distribución, el último eslabón de la cadena, la disponibilidad de stocks limitados y la tenue pero creciente demanda hacen que los comerciantes traten de maximizar la rentabilidad ya que son conscientes que no serán capaces de hacerlo por volumen y también porque el mercado, aupado por el vértigo inflacionista, está dispuesto a pagar por aprovisionarse antes de que suba más de precio, lo cual hace que la espiral se intensifique Este fenómeno conocido por los sociólogos como profecías autocumplidas está detrás de muchas burbujas económicas, aunque también puede operar en sentido inverso.
En conclusión, una serie de factores como la comprensible escasez ante la paralización de la economía, de la disparidad en la elasticidad de la oferta y de la demanda, de claves geoestratégicas y psicosociales explican que debamos hacernos a la idea que todo va a ser más caro en los próximos.
¿Estamos ante un reajuste transitorio? ¿O estamos ante un cambio de ciclo y una nueva etapa de inflación prolongada en el tiempo? Nuestros bolsillos y presupuestos nos lo dirán muy pronto. Lo que si que debe quedarnos claro es que en estos contextos alcistas, las empresas necesitan ser capaces de proporcionar argumentos al mercado que no sean exclusivamente los del precio. Calidad, servicio y suministro ahora sí que pueden significar mucho o todo.
Pablo Vergel Fernández
Formador de Internacionalización en el MBA Executive
Linkedin: Pablo Vergel Fernández