ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL LIDERAZGO

¿Qué es un líder? Es una de las preguntas que más me hacen los alumnos en mis clases. Para mí, la respuesta es muy sencilla: un líder, en cualquier contexto, es, por encima de todo, alguien que hace que las cosas pasen. Ni más ni menos.

Es una contestación que puede parecer excesivamente simple (y probablemente lo sea), pero que para mí es la mejor posible, ya que permite quedarse con la verdadera esencial del liderazgo, despojándola de una enorme cantidad de falsos mitos que suele acompañar a esta figura. Y es que la literatura  existente alrededor del liderazgo incide una y otra vez en los mismos tópicos, sin prácticamente aportar nuevas ideas al debate. Así, es frecuente referirse  al líder como una especie de ser divino, dotado con dones extraordinarios y nacido para llevarnos hasta la Tierra Prometida. Como sí ser líder o no fuera algo inmutable que ya viniera determinado en el ADN de cada cual, como el sexo o el color de los ojos.

Sin embargo, pocos autores hacen hincapié en dos  cuestiones relacionadas con el liderazgo que a mí me parecen básicas.  La primera es que el liderazgo se puede aprender. No somos la misma persona toda la vida. Nuestro cerebro es plástico, moldeable, y esa plasticidad nos  permite aprender y evolucionar en base a nuestras experiencias. A  medida que avanzamos en nuestra vida, vamos desarrollado nuevas habilidades. Y la de liderar no es una excepción.

La segunda y fundamental, que los líderes en cualquier tipo de empresa, institución  o colectivo lo son no por las cualidades que tienen, sino por lo que consiguen hacer con ellas. Nada más y nada menos que movilizar a su equipo logrando que todos y cada uno de los miembros que lo componen den lo mejor de sí mismos alrededor de un objetivo común. De algún modo, se trata de despertar a la organización y conseguir que se ponga en movimiento. Liderar significa sacar a las personas de esos cajones cerrados que muchas veces suponen las rutinas y la burocracia interna. Y también de la queja continua y el victimismo. Pero no con la imposición, sino liderando con el ejemplo y ayudándoles a abrir su mente y desarrollarse.

Liderar implica básicamente educar e influenciar sobre otros. Es un viaje que requiere humildad, disciplina y voluntad puestas al servicio de la consecución del objetivo. Humildad para no perder nunca la mentalidad de aprendiz continuo. Siempre podemos y debemos tener la mente abierta a seguir formándonos y aprendiendo cosas nuevas. Por muy expertos en una materia que se nos considere, en el momento en que nos creamos que ya hemos alcanzado la cima y que no hay mucho más que podamos aprender, nosotros mismos estaremos poniendo punto final a nuestro desarrollo profesional.

El buen líder tiene la actitud positiva necesaria para que las cosas pasen de la idea y el propósito a la realidad. Además, posee la energía creativa que se precisa para cuestionarse los caminos ya trillados y abordar los problemas desde puntos de vista diferentes.

Para que todo esto sea posible, el líder necesitará poner en juego una serie de cualidades especiales. La creatividad, el pensamiento lateral y las habilidades sociales formarán parte de ese equipamiento. Frente al líder jerárquico convencional, surge la figura del líder “redárquico”, es decir, aquel que ayuda a impulsar modelos de trabajo colaborativos y facilita que el talento circule en todas direcciones y a toda velocidad a lo largo y ancho de la organización.

Por último, el tipo de líder que se precisa en los actuales entornos digitales no será un perfil eminentemente tecnológico, como podría pensarse, sino que lo que se demanda es una visión más humanista que nunca. Y es que las relaciones sociales y la comunicación constante serán el pegamento que permitan actuar a la organización como un todo cohesionado y alineado.

Fernando Botella Antón
CEO de Think&Action
Profesor del MBA EXECUTIVE de Escuela de Negocios FEDA

Linkedin: Fernando Botella